Florida, el hotel de la guerra civil.

Hotel Florida (1924-64)

Gran Vía, 1937: «La puerta de mi cuarto está abierta, se escucha el tiroteo del frente a unas cuantas manzanas del hotel. Tiros de fusil toda la noche. Tabletea la ametralladora. Es una suerte estar tumbado en la cama en lugar de Carabanchel o la ciudad universitaria». Así escribía Hemingway, desde su habitación del Hotel Florida, una noche de bombardeos en plena Guerra Civil.

Las precarias paredes de este establecimiento, situado en la esquina de la plaza de Callao, se hicieron famosas por acoger a la mayoría de los corresponsales extranjeros en el Madrid republicano asediado por las tropas de Franco. En sus mesas se escribieron muchas de las crónicas que ocuparían las portadas de los periódicos más importantes del mundo.
Fotógrafos de la talla de Robert Capa y Gerda Taro, el escritor de la «generación perdida», John Dos Passos, o reporteros históricos como Henry Buckley, de «The Daily Telegraph»; Martha Gelhorn, enviada de la revista «Colliers,s»; Herbet Matthews, de «The New York Times»; Mijaíl Koltsov, del diario «Parvda», del que se decía que tenía línea directa con Stalin, u O´Dowd Gallagher, del «Daily Express» -único extranjero que esperó a las tropas franquistas, estando, como él mismo contó, a punto de ser fusilado- se alojaron en alguna de sus 200 habitaciones.
Era habitual escuchar el sonido de la máquina de escribir de Hemingway en la habitación 109, que se mezclaba con el olor de los guisos que le hacía su amigo, el torero estadounidense Franklin.
Allí fue, cuenta la biógrafa de Gellhorn, Caroline Moorehead, donde la periodista consumó, entre el murmullo de las balas y el trajín de la multitud del hotel, su relación con Hemingway, convirtiéndose, además, en la coprotagonista de «La quinta columna», la única pieza teatral que escribió el Nobel de Literatura, allí mismo, en el Florida, en la que recreaba, además, la vida del mítico hotel de la Plaza de Callao.
Antonio PalaciosUn hotel proyectado y construido en mármol blanco por el arquitecto Antonio Palacios entre 1922 y 1924, que se encontraba en la línea de fuego de los franquistas y con frecuencia recibía el impacto de los proyectiles del ejército «rebelde» emplazado en el cerro Garabitas, el punto más alto de la Casa de Campo. Geoffrey Cox, enviado del «News Chronicle» inglés en octubre de 1936, prefirió alojarse en el Hotel Gran Vía porque, decía, «el Florida era entonces muy peligroso al estar muy expuesto».
Ante la imposibilidad de dormir -en aquella época a la Gran Vía se la conocía como «avenida de los obuses» o «del 15 y medio», por el calibre de las bombas que la asolaban a diario-, los corresponsales se reunían cada noche en el patio del hotel para compartir con alcohol las escenas que habían visto por la mañana en las trincheras.

«Era el lugar donde había que estar», escribió Matthews en «Two Wars and More to Come» (Nueva York, 1938), quien había llegado al Hotel Florida en diciembre de 1937: «Se había convertido en el centro del universo, aunque en aquel momento no era consciente de ello. Lo que sí sabía es que la gran noticia era Madrid».

La reserva de whisky de Hemingway en su habitaciónDurante esos años, los periodistas, como el resto de los madrileños, se veían obligados a gorronear para conseguir todo tipo de alimentos. Fue famosa la enorme reserva de comida y whisky que Hemingway almacenaba en su habitación, así como la bronca que montó cuando le desapareció la mermelada de su armario. O el cuarto de baño de Sefton Delmer, del «Daily Express», repleto de botellas de vino que había comprado a los anarquistas, que a su vez las habían robado del Palacio Real.
Según el también corresponsal de aquella España desangrada, Frank Hanighen, «la Guerra Civil supuso el inicio de una nueva etapa, con mucho la más peligrosa de todas, en la historia del reportaje periodístico». Y muchas de sus páginas se escribieron en un hotel que resistió los impactos de las bombas, pero no el desaforado desarrollo de los años 60 ni la oferta de Galerías Preciados, que compró el edificio y lo derribo para construir su centro comercial, actualmente el edificio es propiedad de El Corte Ingles.

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El Hotel Florida se encontraba en la Plaza de Callao, frente al Cine Callao, de Luís Gutiérrez Soto. Fue proyectado y construido por el arquitecto Antonio Palacios, secundado por los ingenieros Torán y Harguindey. El edificio, cuya fachada se recubrió de marmol blanco,  tenía diez pisos y doscientas habitaciones lujósamente amuebladas y decoradas  y se construyó de acuerdo a las exigencias de las modernas corrientes para edificios del género, no faltando detalle alguno en cuanto a comodidad y “confort”. En todas las habitaciones había baño privado, W.C., teléfono urbano e interurbano y calefacción central. Se inauguró el 1 de febrero de 1924 con la asistencia de conocidas personalidades del momento, autoridades y algunos diplomáticos y periodistas que recogieron la noticia de la apertura de tan soberbio edificio.
Los directores propietarios del Hotel Florida, es decir aquellos que encargaron la construcción del edificio, fueron Doña Justa Aedo, Don Francisco Aedo y Don Manuel Morán,  industriales con amplia experiencia en la dirección y explotación de estos  establecimientos turísticos, a decir por los cronistas,  cuyo trabajo desarrollarron en los Estados Unidos y en diversas repúblicas americanas .

El Hotel Florida alojó a numerosos corresponsales extranjeros venidos a  Madrid durante la Guerra Civil Española, desde cuyas dependencias redactaron y enviaron sus crónicas a los diferentes periódicos para los que trabajaban.

Entre los corresponsales que se alojaron en el Florida se encontraban “Mijaíl Koltsov, del Pravda; Geoffrey Cox, del News Chronicle; Henry Buckley, de The Daily Telegraph; el polaco Ksawery Pruszynski, de la revista Wiadomosci Lireackie y Herbert L. Matthews, de The New York Times, O. D. Gallagher,  enviado del Daily Express“.  También se alojarían en él el escritor Ernest Hemingway Martha Gelhorn, corresponsal de la revista Collier’s.  

John Dos Passos pasó también por el Florida y en su crónica para la revista EsquireHabitación y baño en el Hotel Florida“, publicado  en enero de 1938, describe la situación de guerra que se vivía en aquel momento: “Mi cuarto está en el séptimo u octavo piso. El hotel está en una colina. Desde la ventana puedo ver toda la parte antigua de Madrid por encima de los tejados que se apiñan cubiertos de tejas del color del hollín manchadas de amarillo claro y rojo, bajo el azul metálico que brilla antes del amanecer. Esta ciudad compacta se extiende a lo lejos hasta donde alcanza la vista, con sus calles estrechas, chimeneas sin humo, torres con cúpulas brillantes y afilados chapiteles de pizarra propios de la Castilla del siglo XVII.”

El hotel, fue testigo de los bombardeos en el asedio a la ciudad y su fachada recibió numerosos impactos de la artillería que intentaba entrar en Madrid. John Dos Passos describía así el ambiente en su crónica de 1938 para Esquire: “Por todas partes se abren de repente las puertas de los balcones que rodean la fuente cristalina. Hombres y mujeres a medio vestir huyen precipitadamente de las habitaciones del frente, arrastrando maletas y colchones hacia las habitaciones traseras. Un camarero con el cabello ondulado sale una y otra vez de varias puertas distintas, siempre rodeando con el brazo a diferentes chicas que ríen o lloriquean. Gran exhibición de peinados y lencería. Abajo, los corresponsales se mueven por allí adormilados”. Arquitecturas perdidas IX: Hotel Florida (1924-64)

Comedor del Hotel Florida en una imagen de 1924. En este lugar se celebrarón numerosos homenajes, el primero de ellos, el que se hizo al periodista asturiano Eduardo Palacios Valdés a los pocos días de la inauguración del hotel.